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domingo, 19 de marzo de 2017

Para criar “niños buenos” debes hacer estas 5 cosas



Para criar “niños buenos” debes hacer estas 5 cosas 







Te has preguntado ¿qué debo enseñarle a mi hijo para que sea bueno? No es tan sencillo como crees.

Educar bien a un niño: La crianza es algo muy complicado pero que sin duda marcará del todo la vida de tu hijo. De hecho, más de lo que pueda aprender en la escuela, lo que aprenda en casa será de gran valor para su futuro.


Enseñar Empatía: Enseñar a los niños el valor de la empatía es una pieza fundamental para la vida de cualquier persona, porque solo intentando entender lo que vive alguien más podrás hacer que tu hijo valore todo aquello que vive día a día.




Enseñar Valores: Parece que muchas familias creen dominar los valores al menos en casa, pero la realidad es que cuando un niño va a la escuela o convive con niños fuera de su núcelo familiar, refleja lo que realmente aprende en casa.

Enseñarles el valor del tiempo: El hecho de que tú como mamá o papá aprendas a ajustar tus tiempos laborales y sociales, te permitirá brindarle a tu hijo tiempo de calidad, lo que le enseñará de forma automática el valor de cada minuto junto a la gente que quiere.

Enseñarlo a resolver problemas: Los niños aprenden mucho sobre distintas materias en la escuela, pero para aprender a enfrentar los malos ratos que deja la vida o los problemas a los que se deberá enfrentar cuando sea adulto, es muy importante que le enseñes a resolver por sí sólo algunos problemas y que sepa ser independiente.




Enseñarlos a ser agradecidos: Además de que un niño seguirá el ejemplo de sus padres, debes dejar que aprenda a agradecido, y no sólo hablamos de buenos modales, sino de tener un buen trato con las personas que lo rodean. Debe aprender que las relaciones humanas son difíciles y que ante todo debe saber cómo relacionarse de forma amable.


Fuente:  REDACCIÓN BBMUNDO

Los terribles dos años


Los terribles dos años






A veces los niños sufren cambios que parecen bruscos. A los dos años hay cosas llamativas en la conducta.
Recuerdo que refiriéndose a la pubertad mi padre decía en muchas ocasiones: “de pequeños estaban para comérselos, y de grandes, que pena de no habérselos comido.”

Pero eso es algo que muchos padres piensan mucho antes: Algunos lo llaman los “terribles dos años” o la “crisis de los dos años”. Se puede resumir en una palabra: “No.”

Vamos a intentar entenderlo, porque sólo entendiéndolo se dota uno del arma más necesaria en esa situación: La “santa paciencia”.

El desarrollo de los niños no es lineal, y además cada niño tiene sus variantes. Pero en torno a los dos años es frecuente que los padres noten algunos cambios significativos en la conducta de su hijo. Es la etapa de las rabietas, de llevar la contraria a todo, suelen ser más frecuentes las pesadillas, los miedos y los terrores nocturnos. En resumen, que cuando parecía que íbamos tomándole el tranquillo a esto de criar niños se nos desmonta todo.




Encima es para muchos niños su primera invierno de escolarización, y algunos no paran de pillar infecciones. Otros empiezan a seleccionar la dieta y a no querer comer alimentos que hasta entonces aceptaban bien.

Vamos a añadirle que llegamos a un nivel de razonamiento y de lenguaje que le permite escoger y expresar sus elecciones, pero aún de forma imperfecta (lo que le genera frustración si no es entendido).

Suele juntarse con todo esto que parece que toca quitar el pañal y el chupe (si lo tenían). Y que en muchos de los que siguen con el pecho empieza el destete (evidentemente se puede seguir por encima de esta edad).

Si a todo este panorama le sumamos un hermanito recién nacido (los dos años son la cadencia más habitual entre hermanos) la tenemos pero bien liada.

¿Cuál es la clave del problema? Autonomía.
Voy a intentar explicarlo: Al principio los padres solemos agobiarnos porque los niños son seres totalmente indefensos. Dependen para todo de nuestro cuidado. No es raro que eso suponga para muchos padres la mayor responsabilidad que se ha asumido en la vida.

Pero va pasando el tiempo, vamos conociendo a nuestro hijo y empezamos a entender sus necesidades, cómo nos las expresa y cómo cubrirlas. Incluso empezamos a entender que tenemos cierto margen de maniobra y que podemos escoger entre formas difrentes de suplir sus necesidades.




Cuando esto ocurre, empezamos a tener la sensación de que dominamos la situación y que hasta podemos escoger la forma de hacer las cosas que mejor se amolda a nuestras preferencias.

Pero entonces, de repente, el niño adquiere la capacidad de hacer cosas de forma autónoma, o de no hacerlas… Y eso es nuevo. De repente, perdemos la capacidad de planificar mínimamente, porque él empieza a tener iniciativa de temas que antes ni se planteaba (lo que quiere hacer en este momento y lo que no, o sus preferencias, escoge ropa, comida, juegos, juguetes, compañía…), y además empieza a expresarlo de forma clara.

Se está definiendo su personalidad. Y eso quiere decir que disfruta escogiendo las opciones que más le gusta, y al mismo tiempo, que le disgusta tremendamente que no se respeten esas elecciones.

Como decía al principio aparecen:
– El no. Es decir, la capacidad de escoger no hacer lo que hemos planeado nosotros y le incluye.

– La rabieta. Es su forma de expresar la frustración cuando no consigue que los demás se sumen a su elección.

– La agresividad. Es una forma de rabieta que se expresa con violencia porque su capacidad de hacer daño es ahora mayor. Al principio no interpretan que hacen daño. Poco a poco lo identifican y ante eso hay niños que abandonan la violencia y otros que la intensifican. Depende mucho del vínculo afectivo, de los ejemplos que tiene en su entorno, y por supuesto de la propia personalidad del niño.

La clave general es entender que esto es uno de los procesos de cambio necesarios para su desarrollo. En el futuro esperamos que sea cada vez más autónomo.

Lo que recomiendo a los padres es que ante cualquier elección del niño que no se amolda a nuestra idea inicial valoremos:
– Lo que ha escogido el niño es una alternativa aceptable: Cede. Refuerzas su autoestima y le muestras que eres flexible cuando puedes serlo.

– Lo que ha escogido podría aceptarse pero en este momento prefieres no hacerlo: Valora si ante una conducta de presión por parte del niño vas a ceder. Si es así, no esperes a que haga una conducta que no deseas (como la rabieta) para ceder tras ella.

– Es claramente una opción no aceptable: Pues toca aguantar, a pesar de la rabieta. Y tras ella con cariño, con paciencia, explicar porqué no es posible y que usando ese medio no va a conseguir las cosas.

Lo desesperante de todo esto, es que incluso haciéndolo bien, los resultados no son nunca inmediatos. Pero en eso consiste la educación y por eso es tan difícil ser buenos padres



Fuente: pediatra Jesús Garrido Garcia

8 Tips para contribuir a desarrollar la autoestima de los niños

8 Tips para contribuir a desarrollar la autoestima de los niños





Hay que empezar a tener en cuenta la palabra 'autoestima' en todo lo relativo al desarrollo de los niños.

Dicen que un 80% de las palabras que escucha un niño al cabo del día son negativas. ¿podéis poneros por un momento en situación e imaginaros a vuestros jefes o familias diciéndoos con voz autoritaria lo que NO podéis hacer, ni tocar… y que el motivo es “porque lo digo yo”?

Los problemas de autoestima, de falta de personalidad, de coraje, decisión, miedos o ansiedades vienen de una infancia en la que no se ha aportado la seguridad suficiente y esta seguridad no proviene de los piropos o las adulaciones, sino de no dejarles llorar  “para que aprendan”, por ejemplo. El aprendizaje que hace una persona cuando se siente mal y nadie está para ayudarle es que está sólo, pues un niño no va a ser diferente. Se me haría raro no consolar a mi marido por ejemplo si estuviese enfermo o triste la verdad…
La primera fase de la infancia consiste en cubrir sus necesidades básicas, ni más ni menos. Comer, dormir, limpiar, mimos y vuelta a empezar, ¿Lo veis? No es tan difícil. Tan sólo hay que observar cada gesto, ellos se explican bastante bien.




Para que un niño se sienta seguro consigo mismo primero tiene que sentir que todas sus necesidades han sido cubiertas y muchas veces sus necesidades son simplemente, mamá, cógeme en brazos. Si les negamos constantemente lo que nos piden como si fueran soldados que necesitan disciplina, aprenden que no son importantes para sus familiares, que por muy mal que lo pasen o mucha angustia que tengan, nadie va a ir a ayudarles. Que aprendan… ¿no?
Lo que hoy vengo a contaros no me lo ha enseñado ninguna carrera ni doctorado, sino el sentido común y como siempre digo, el dejarme llevar por el instinto. Existen ciertos comportamientos que pueden minar la moral de cualquier niño, que se sientan todavía más frustrados y que luego no sepan gestionar sus sentimientos, ni cómo salir de la sensación de inferioridad y eso puede condicionar muchísimo su vida adulta.

Cubrir absolutamente todas sus necesidades. Y con esto no me estoy refiriendo a darles todos los caprichos del mundo, sino a abrazarles cuando lo necesiten, a entender por qué no quieren comer o dormir, a jugar si nos lo están pidiendo o a llevarlos en brazos si están cansados.

No les grites para que no griten. Esto es sumamente difícil cuando has sobrepasado tus límites de la paciencia, pero es muy importante ya que ellos aprenden por imitación. Si alguna vez le grito yo a la Xena ella va detrás y hace lo mismo y me da una pena tremenda que se le pueda quedar grabado ese comportamiento tan negativo.

Ese tas tas en el culete tan “constructivo”, exactamente igual que en el punto anterior. Si le pegas, pegará. Así de fácil. A ver con qué cara le dices luego que no pegue a sus amiguitos del parque.

Reduce los “no” que dices al cabo del día, pero no me refiero literalmente, sino a las prohibiciones. Si le gusta abrir los cajones, ingéniatelas para que sólo abra los que no te preocupa. Si no quieres que se pille los dedos, enséñale a cerrar las puertas y cajones con la manita bien abierta. Si no quieres que se caiga fastídiate porque se va a caer, enséñale a bajarse de los sitios con cuidado y no seas alarmista si se hace un rasguño.


Razona, razona y razona, aunque creas que no te entiende, porque te entiende. Reduce a la mayor sencillez posible las explicaciones y no te extiendas demasiado si crees que no te escucha, porque te escucha. Si tu razonas con tu hijo, conseguirás que aprenda a mantener conversaciones, a entender lo que le dicen (o por lo menos a intentarlo) y a mantenerse calmado mientras tenéis un intercambio de palabras. Aprenderá que es más productivo razonar con alguien que discutir y se sentirá menos frustrado.

Déjale que se explique y acepta sus explicaciones como si de un adulto se tratase. Déjale claro que es tu casa y que tú decides sobre la mayoría de las cosas, pero procura abrir los ojos si resulta que él lleva la razón y dásela.

Si está repitiendo un comportamiento negativo sólo para llamar la atención y estás diciéndole que no todo el tiempo, cambia de tercio. Trata de ignorarle o de distraerle con otra cosa, así verá que no consigue tu atención persiguiendo al perro o estirando de la cortina.

Manten la calma (fíjate que esto es complicadete) y piensa que a lo mejor estás tan nervioso por otras cosas que no tienen que ver con tu hijo.
Pequeños gestos como escucharles, argumentar cualquier decisión o darles la razón si la tienen, harán que sean personas capaces de valorar sus propias decisiones y valorarse como persona.




Esto son cosas que se dan día tras día y que forjan la personalidad de tu hijo. Con tu comportamiento y lo que le enseñes, conseguirás reducir sus niveles de frustración y enseñarle a que los maneje mejor, que se sienta más seguro de sí mismo porque tú le das la importancia que merece y aprenderá que tomar decisiones con seguridad le facilitará el camino.
Estoy segura que incluso tú (o yo) nos sentiremos mejor al no contribuir para que cada día haya momentos tensos.


Fuente: Tour de Coton.